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Opinión: México y EE.UU, la forma también es fondo

México, importante para Estados Unidos

Por Carlos Rajo

El inicio de un nuevo gobierno en México es una buena oportunidad para que los Estados Unidos y su vecino del sur replanteen la relación bilateral, reduciendo el énfasis en los asuntos de seguridad, en particular la guerra al narcotráfico y poniendo más atención a los temas económicos.

Por lo que el Presidente Obama dijo durante su reunión de esta semana con el Presidente electo de México, Enrique Peña Nieto, parecería que el gobierno estadounidense entiende la necesidad de modificar este enfoque en la relación con México. Obama dijo por ejemplo, que era importante ver cómo ambos países podían fortalecer los vínculos económicos, comerciales, la coordinación en la frontera y la competividad. Sin olvidar por supuesto, “los asuntos de seguridad”.

Del lado mexicano igualmente pareciera que hay claridad en la necesidad de este cambio de perspectiva. “Es un error limitar nuestra relación bilateral a las drogas y a los asuntos de seguridad”, señaló Peña Nieto en un artículo de opinión en el diario The Washington Post. “Nuestros intereses mutuos son demasiados vastos y complejos para estar limitados en esta manera corta de visión”.

No debería de sorprende a nadie que ambos lideres se refieran a este nuevo modo de encarar la relación bilateral. Los asuntos económicos son demasiado importantes para relegarlos a un plano secundario. México es el segundo comprador de productos estadounidenses -después de Canadá- y el tercer proveedor de lo que importa Estados Unidos después de China y Canadá. Casi el 80% de las exportaciones de México tienen como destino Estados Unidos. La relación comercial entre los dos países es de más de $460 mil millones de dólares anuales, segun cifras para el 2011 del Congressional Research Service (Servicio de Investigaciones del Congreso).

Además de la relaciones comerciales, los vínculos entre Estados Unidos y México incluyen también todo lo que tiene que ver con los más de 3 mil kilómetros de frontera compartida, asuntos del medio ambiente, temas de salud, de relaciones familiares y de cultura. En pocas palabras, hay entre ambas naciones una amplia y compleja relación bilateral y no pareciera existir duda en ninguno de los dos lados de la necesidad de cambiar en el énfasis en los asuntos de seguridad.

El problema es que este cambio no será fácil. El gobierno de Obama se ha enfocado en la guerra contra el narcotráfico y la seguridad debido a que la mayoría de la cocaína, heroína, mariguana y metamphetamina que se vende en Estados Unidos con valor de miles de millones de dólares pasa por México, transportada por violentos y desafiantes carteles de la droga. Es correcto entonces que el tema haya sido un asunto de seguridad nacional para el gobierno de Obama.

Este interés del gobierno estadounidense en la guerra contra el narcotráfico tuvo su contrapartida en el lado mexicano desde el momento en que el Presidente Felipe Calderon hizo del tema uno de los pilares centrales de su gobierno. De esta visión común surgió la llamada Iniciativa Mérida, mediante la cual el Congreso autorizó cerca de 2 mil millones de dólares en ayuda militar, de inteligencia y de asesoría legal para fortalecer el sistema judicial mexicano.

Peña Nieto dice que su gobierno tendrá otras prioridades. Aun cuando insiste en que seguirá en el combate al narcotráfico, lo hará, dice, de manera diferente. Y el punto es que la sociedad mexicana clama porque se termine la violencia producto de esta guerra contra el narco, la cual en los seis años del gobierno de Calderón ha dejado más de 60 mil muertos. No es que los mexicanos pidan que se pare el combate al narcotráfico, lo que quieren es que se termine el baño de sangre. Y es en eso en lo que Peña Nieto dice enfocará su atención. En el combate a los asesinatos, la extorsión, el secuestro y otros crímenes violentos que afectan la vida diaria de los mexicanos.

El desafío para la administración Obama será ajustarse a este nuevo gobierno mexicano y no dejar que la estrategia contra las drogas defina la relación bilateral. Los Estados Unidos deberían continuar con su apoyo al ejército y policía mexicanos, en particular a los esfuerzos por fortalecer el débil sistema judicial mexicano. Es esencial que en México se investiguen los crímenes, que la policía no torture y que el ejército mexicano acepte que sus miembros sean juzgados por tribunales comunes cuando sus acciones hayan afectado a civiles. Estos son asuntos de política interna mexicana pero que deberían importar a Estados Unidos y en los cuales se necesita su colaboración. Al final, los mexicanos estarán más dispuestos a apoyar el combate al narcotráfico si ven que hay avances en el respeto a la ley.

Los Estados Unidos tienen también asuntos pendientes en esta guerra contra las drogas. Siguen llegando a México armas y dinero procedentes de Estados Unidos, asunto por cierto que a menudo ha sido utilizado por los políticos mexicanos para evitar su responsablidad en la violencia que hay en el país. Con ello acusan a Estados Unidos de fomentar la violencia.

Mientras esto puede sonar a demagogia, es en parte cierto. Las armas no autorizadas que llegan de Estados Unidos juegan una parte importante en la violencia en México. El dinero de la droga -entre 7 mil millones y 20 mil millones de dólares, según varios estimados- permite que los narcos compren influencia y puedan financiar la violencia, lo mismo que llevar sus extravangantes estilos de vida. El gobierno de Obama tiene que hacer algo para prevenir o al menos disminuir el tráfico de armas y efectivo a México.

En el plano económico, lo mejor que debería de suceder es que se aumente la integración entre las dos economías, que hayan menos barreras al comercio, que se facilite la inversión extranjera en México y que se apoyen los esfuerzos del gobierno mexicano por mejorar la infraestructura. El crecimiento económico de México favorece a Estados Unidos. Esa nueva clase media de que la tanto se habla en México y en la prensa estadounidense es un mercado natural para los productos y servicios de Estados Unidos.

En el gobierno de Peña Nieto habrá una nueva área en la cual los Estados Unidos pueden jugar un rol importante: la industria del petróleo. El presidente electo ha dicho que una de sus políticas será la de abrir PEMEX, la entidad para estatal responsable de la industria petrolera, al capital privado nacional y extranjero. Sin aparecer como que quiere tomar control del petróleo mexicano, Estados Unidos puede cooperar con México en este campo como lo ha hecho en lo de seguridad. Estados Unidos importa anualmente cerca de $40 mil millones de dólares de petróleo mexicano. México por su parte, compra de Estados Unidods cerca de $20 mil millones de dólares en productos refinados de petróleo.

El tema de inmigración ha sido siempre parte de la agenda bilateral, en los últimos años sin embargo, debido al énfasis en seguridad despues de lo de 9/11 y al hecho de que no había movimiento en el Congreso estadounidense, el tema ha recibio poca atención. Ahora que la administración Obama dice que la reforma migratoria será una de sus prioridades es el momento de traer de nuevo el portafolio de inmigración a la agenda bilateral. Estados Unidos debe de tomar el ofrecimiento de Peña Nieto en su visita a la Casa Blanca de cooperar con Obama en lo de la reforma migratoria. México puede ayudar en el establecimiento de un creíble y efectivo programa de trabajadores huéspedes, lo mismo que en el desarrollo de programas sociales y económicos para que menos gente emigre a Estados Unidos.

La llegada de un nuevo gobierno en México que le pide a Estados Unidos que cambie el énfasis en seguridad debería de ser una oportunidad para que la administración Obama establezca una nueva relación con su vecino del sur. Considerando lo que dijo Obama en su primer encuentro con Peña Nieto, hay razones para ser optimista. Sin embargo, si se juzga por lo que es la delegación que Estados Unidos envía a la toma de posesión de Peña Nieto, las señales son contradictorias. Junto al Vice Presidente Biden y a la Secretaria del Trabajo Hilda Solis, Obama incluyó a John Brennan, su principal asesor en asuntos de combate al terrorismo. Hubiese estado más a tono con los tiempos si en lugar de alguien vinculado a la seguridad se enviaba a una figura del mundo de los negocios o las finanzas. Claro que es solamente algo simbólico, pero como se dice en México, la forma tambien es fondo.