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La sorpresa, protagonista del cónclave que se avecina

La sorpresa, protagonista del cónclave que se avecina

Por Gremaud Angee, Noticias Telemundo

Miami - La elección del cardenal Ratzinger como papa en Abril de 2005, no fue una sorpresa ni para la curia, ni para la iglesia católica y mucho menos para los medios. Pero en el cónclave que se avecina, la sorpresa podría ser una de las primeras invitadas a la elección del sucesor de Benedicto XVI, como lo fue la elección de su predecesor Juan Pablo II.

Los últimos años de enfermedad de Juan Pablo II le dieron mayor poder a la curia romana para administrar la Iglesia -la curia es la administración general de la ciudad del Vaticano. Cuando el pontífice nacido en Polonia llegaba de cada viaje cansado y enfermo, los cardenales y obispos de la curia atendían los mayores dilemas de la iglesia con las políticas que ya había trazado Juan Pablo II cuando aún era un enérgico pastor de su rebaño. Con el decaimiento de su salud, la curia continuó manejando hasta los más sutiles movimientos de la iglesia, y el decano de estos cardenales era el alemán Joseph Ratzinger.

Ratzinger fue un cardenal obediente. Uno de los teólogos vivos más respetados en la iglesia, con un carácter tímido, con pocos amigos -entre ellos el papa polaco- y altamente criticado por sus posiciones ultraconservadoras como prefecto de la Congregación en la fe. Se le recuerda por sus posiciones en contra de la teología de la liberación, debido a sus posibles nexos con el marxismo.

Además, por su declaración “Dominus Iesus” que enfatizaba en el dogma de la iglesia católica de que la completa salvación del ser humano sólo se logra a través de la iglesia. Tanta controversia ocasionó el documento, que Juan Pablo II tuvo que salir al encuentro de los críticos diciendo que no se negaba la salvación a los no-católicos, sino que se resaltaba el valor de Cristo como única fuente de salvación.

Al llegar al cónclave los cardenales estaban convencidos que la amistad de Juan Pablo II con Ratzinger, y las posiciones de éste, confirmaban que aunque no fuera italiano conocía la curia desde adentro. No propondría grandes cambios y permitiría una especie de status quo en la jerarquía eclesiástica. Pero al asumir como Benedicto XVI, y no como Juan Pablo III como se esperaba, demostró que tenía sus propias ideas.

En sus primeros años como papa cambió al vocero de prensa del Vaticano, el español Joaquín Navarro-Valls quien pertenecía a una de las obras más queridas de su predecesor, el  Opus Dei, y que había ocupado esta posición por 22 años. En su lugar colocó al jesuita Federico Lombardi, representante de la orden de los jesuitas que fue intervenida por Juan Pablo II por presuntos tintes de extrema izquierda en sus filas.

También en su pontificado Benedicto XVI adelantó una investigación de los Legionarios de Cristo y su fundador, el mexicano Marcial Maciel, amigo personal de Juan Pablo II. El resultado de las investigaciones arrojó una historia de abusos sexuales por parte de Maciel a miembros de la orden y abusos de poder en la misma. Al final, le ordenó el retiro a Maciel y exigió grandes cambios a la orden.

Pero la nueva dirección que estableció sobre los escándalos de abuso sexual contra menores de la iglesia de Estados Unidos, Irlanda y Alemania -incluso abriendo la puerta a muchos de ellos y expresándoles la vergüenza personal- empezó a generar dudas por su rompimiento con la manera cómo la curia y el anterior papa habían manejado este tema. Además de lo anterior, el caso de la filtración de documentos por parte de su mayordomo y las denuncias sobre asuntos financieros hechas por el gobernador de la curia, hoy Nuncio de Roma en Washington, hicieron que diferentes grupos dentro de la curia no se lograran acoplar a ese nuevo ritmo papal.

Con el paso de los últimos años, el papa alemán se ha convertido en un hombre más introspectivo y solo. Por eso hoy, en tiempos de su renuncia, no hay una cabeza tan blanca y brillante como la de él hace ocho años. Esto podría significar tiempo de zozobra en los movimientos más conservadores y una oportunidad de oro para los que desean un cambio dentro y fuera de la iglesia.

Las enseñanzas católicas enfatizan que es el Espíritu Santo quien elige al sucesor de San Pedro -como llaman al papa- y para ello el Espíritu se vale de los cardenales. Siendo así, los cardenales electores deberán elegir a un papa con al menos dos tercios de los votos. El nuevo papa necesitaría más de 78 votos, y ningún bloque unido los tiene. De los diferentes continentes representados, Europa tiene el mayor número de cardenales electores con 62, y de esos 28 son italianos. Sin embargo, entre ellos existen diferentes vertientes que no les daría para elegir con sus votos a uno de su lado. América latina tiene 19 cardenales, Estados Unidos y Canadá 14, Asia 10, África 11 y Oceanía 1. Lo que daría la posibilidad de que un tercero, una especie de independiente conservador le pueda gustar a dos tercios del grupo.

Entre este último grupo habría una buena oportunidad para los cardenales Odilo Pedro Scherer de Brasil, Peter Kodwo de Ghana y Marc Ouellet de Canadá. Si eso no ocurre, el cardenal Scola de Italia y Schönborn de Austria serían la opción que prevalezca dentro del bloque ítalo-europeo.

Antes de empezar el cónclave (fecha que todavía no está determinada, pero que podría ser a mediados de Marzo), los cardenales se reunirán en el Vaticano para escuchar la situación del mundo y las exigencias para un nuevo papa. Es un momento decisivo para el conocimiento mutuo, la capacidad de escuchar que necesita el mundo y la valentía de colocar al frente de la barca de Pedro al que mejor lo pueda hacer. Cabe resaltar que más del 80% de estos cardenales fue nombrado por Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Con las cosas así, ni las apuestas británicas han podido dar con un claro finalista para la elección del nuevo papa. Ciertamente el Espíritu Santo podría traer sorpresas.

Gremaud Angee tiene una Maestría en Divinidad del Seminario St. Vincent de Paul, Boynton Beach, Florida, EE.UU.