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OPINIÓN: Obama puede generar apoyo o rechazo a la reforma migratoria

OPINIÓN: Obama puede generar apoyo o rechazo a la reforma migratoria

Columna de opinión

Por Carlos Rajo

El Presidente Obama le había pedido en la mañana al Congreso que era necesario actuar en el tema de la reforma migratoria, que el momento era ahora. Apenas un par de horas más tarde, el Senado pareció tomarle la palabra al mandatario: 82 senadores votaron en afirmativo para que se iniciará el debate sobre el proyecto de reforma.

Un voto que es únicamente de procedimiento -apenas para abrir el debate en la Cámara alta del Congreso- pero que significa mucho ya que tuvo el apoyo de treinta senadores republicanos, incluyendo al líder mismo del grupo, el senador por Kentucky, Mitch McConell. 

No quiere decir que estos legisladores republicanos estén todos a favor de la reforma migratoria, pero sí que al menos están en la disposición de “ser convencidos” en las próximas dos o tres semanas por los argumentos del debate sobre la justeza y necesidad de la reforma.

No hay que olvidar el número mágico que se necesita para que la reforma migratoria sea aprobada por el Senado: 60 votos como mínimo. Sin embargo, para que ésta tenga un mayor efecto político de convencimiento, de “sombra” o de realidad inevitable sobre la Cámara baja, la cual es dominada por republicanos y donde hay mayor resistencia a la reforma, lo ideal sería que se consiguieran unos 70 votos de senadores.

Por cierto, también dentro de todo lo alentador que sucedió durante el día y en relación a esta Cámara baja de mayoría republicana, su líder, el congresista de Ohio, John Boehner, también dijo algo que sorprendió a muchos: que este año habrá ley de reforma migratoria. 

Boehner por supuesto, ve esta eventual ley de reforma diferente a la que se discute en el Senado, pero el sólo hecho de que también el líder de los congresistas republicanos y presidente de la Cámara baja se exprese en estos términos hace pensar que entre la clase política en Washington hay como una especie de aceptación de lo inevitable que es la reforma migratoria. La gran pregunta es sobre cómo será el proyecto de ley que al final se apruebe. Boehner mismo para el caso, señaló que el proyecto del senado “no va lo suficientemente lejos” como él quisiera.

Pero volvamos a lo del presidente, por fin aun cuando el mandatario “no tiene voto” en esto de la reforma -sólo votan senadores y congresistas-, es claro no sólo que él deberá de firmar la eventual ley que se apruebe sino igual de importante, desde su esquina presidencial puede hacer una fabulosa presión para que se apruebe la reforma. 

O incluso también, desde ese mismo púlpito o megáfono que da la presidencia puede generar más oposición a la reforma. No que hay que olvidar que hay mucha gente del Tea Party y otros sectores conservadores que se oponen visceralmente a todo lo que venga de Obama. Es más, es por esta razón que el presidente casi no ha tenido intervenciones públicas sobre el tema de la reforma. Desde su discurso en Nevada hace unos meses, el mandatario no había hablado abiertamente sobre la reforma migratoria.

El martes Obama lo hizo en un acto en el cual apareció junto a un grupo de gente que representa a diferentes organizaciones -o ellos mismos en su calidad de figuras políticas como el alcalde de San Antonio Julián Castro o personalidades del mundo empresarial como Steve Case fundador de America Online - en pro de la reforma migratoria. 

“Esta ley no es perfecta. Es un acuerdo mutuo”, explicó Obama. “Y viendo hacia adelante, nadie obtendrá todo lo que quiera. Ni los demócratas, ni los republicanos, y tampoco yo. Pero es una ley en general consistente con los principios que yo y otra gente en este campo hemos acordado para una reforma (migratoria) de sentido común”.

Sin entrar en muchos detalles sobre el proyecto de ley -este tiene más de 1000 páginas-, Obama se refirió a un par de puntos que eran ya centrales a la reforma desde que se escribió el proyecto pero que a medida que han ido pasando los días han ganado más atención debido a que son algo así como las últimas trincheras de la oposición republicana. Uno es el de la seguridad en la frontera y el otro el del eventual camino a la ciudadanía para los millones que se legalicen con la reforma.

“Primero que todo, si ésta ley se aprueba, será el más grande compromiso para con la seguridad en la frontera en la historia de nuestra nación”, aseguró Obama. “(la ley) pondrá otros Seis Mil quinientos millones de dólares encima de todo lo que ya gastamos para tener una seguridad más fuerte e inteligente a lo largo de las fronteras”.

En efecto, hay varios senadores republicanos -entre ellos el propio líder McConell- que aun cuando dicen estar en general en favor de la reforma, es en este punto de la seguridad fronteriza donde plantean sus banderas de oposición. Obama parecía estarse refiriendo a McConell.

“Déjenme repetirlo, señaló Obama en referencia a lo de la seguridad en la frontera, ahora los cruces ilegales están los niveles más bajos en décadas. Y si la ley pasa, así como está escrita ahora y así como llega al pleno del senado, establecerá el más fuerte plan de cumplimiento de la ley que Estados Unidos haya conocido. El punto es que nadie está tomando a la ligera lo de la aplicar la ley en la frontera. Esto es parte de la ley”.

Una de las enmiendas republicanas que se discutirá en el pleno del senado -y que para muchos demócratas es no negociable o inaceptable- es en este campo de la seguridad en la frontera. Según como está escrita ahora la ley de reforma, en su momento será la Secretaría de Seguridad Interna la que presentará un plan sobre cómo asegurar la frontera. Básicamente lo que los republicanos quieren es que sea el Congreso el que tome ésta labor y que además se pongan en la ley requisitos más severos para determinar que a su juicio “se ha blindado” la frontera.

En el otro punto de la reforma que también se ha convertido en objeto de intensa disputa entre demócratas y republicanos, el presidente recordó lo largo y complicado que será para los que se legalicen el que eventualmente alcancen la ciudadanía. Pero que sin embargo, hay que dejarles el camino abierto. 

“No será un proceso rápido. Tomará al menos 13 años antes de que la gran mayoría de estos individuos estén en capacidad de solicitar la ciudadanía”, detalló el mandatario. “No será un camino fácil, pero es la única manera de asegurarnos de que todo el mundo que está aquí juegue con las mismas reglas como cualquier familia común -pagando sus impuestos y obteniendo su propio seguro médico”.

Más tarde, cuando terminó la votación en el senado y se inició el debate sobre el proyecto de ley, el primer demócrata que habló fue el senador por New York, Charles Shumer, quien precisamente se refirió entre otras cosas a este punto del camino a la ciudadanía. 

Con referencias a la historia del país, a la Estatua de la Libertad que está en New York precisamente y a la tradición de inmigrantes de Estados Unidos, el senador dejó claro que en este punto tampoco hay negociación. Para los demócratas no habrá reforma migratoria si la ley no incluye el camino para una eventual ciudadanía.

Del lado republicano, también en ese mismo debate, el primero en tomar la palabra fue el senador por Texas, Ted Cruz, quien igualmente tocó este punto de la ciudadanía. Según Cruz, los demócratas saben muy bien que así como está la ley la Cámara baja no aceptará este camino a la ciudadanía y que por tanto es un juego político el que los demócratas están desarrollando. El de aparecer como campeones de los inmigrantes sabiendo que la ley será rechazada y así echarle la culpa del fracaso a los republicanos.

Cruz también dijo tener problemas con el proyecto de ley en el tema de la seguridad en la frontera. Según el senador, de padres cubanos y quien apenas con unos meses en el senado se ha convertido en uno de los favoritos del Tea Party, así como está escrita la ley no hay garantías de que no se repita lo que sucedió luego de la reforma migratoria -amnistía le llamó Cruz- que se dio durante el gobierno de Ronald Reagan en 1986: que en unos años más vuelvan a ver otros millones de indocumentados.

Los próximos días y semanas serán de intenso debate en el pleno del senado. Quienes la tienen más difícil son los republicanos. Hay una especie de consenso mayoritario en el partido de que para recuperar el poder tienen que acercarse a los latinos y que todo comienza con mostrar simpatía en el tema de inmigración. 

Al mismo tiempo, cada senador republicano no puede ignorar no sólo lo que son sus posiciones personales -durísimas o ultra conservadoras en el caso de Cruz por ejemplo- sino también lo que son las posiciones de sus electores, los que al final de cuentas los han enviado y los pueden echar de Washington en la próxima elección. Y esto por supuesto, también se aplica a los senadores demócratas de estados conservadores con mayoría republicana.

Queda por ver si Obama tiene razón y los legisladores lo escuchan en lo que dijo de que “hoy es el momento” de pasar la reforma migratoria. El destino de once millones de seres humanos está en juego. La mayoría de los cuales, como recordó el presidente, “no andan buscando problemas, (sino que) lo único que quieren es poder mantener a sus familias, contribuir a sus comunidades”.